jueves, 26 de julio de 2012

Lo voraz


Has ido a buscar los ojos
ya no estaban
has llegado
a los limites del cielo
a su puertita
dejaste una nota
una llave
un par de zapatillas
por si volvías
has viajado
en la pluma de un ángel
de regreso
al voraz hogar
al hueco de belzebú
a los otros
tantos.
No te agobies
ya llegara
con el viento
el invierno
y los lobos
nacerán
de la cueva de los amantes
y pararan
en el centro
de tu corazón.



Rodolfo Schmidt

martes, 24 de julio de 2012

Sopa



Tomo la sopa negra
de mi sangre
la tomo y se hincha mi estómago
mi sangre, llena de perros negros
ladrando y mordiendo el tiempo
mi corazón bombea gatos verdes
rodean la cintura del bosque
mi sangre grita
tam tam tam
en diccionarios sin imprimir
sin publicar
Tomo la sopa negra
de mi sangre
la tomo
ferozmente, enloquecido
como mujeres lamiendo brazos
en cine azul.




Sutardji Calzoum-Bachri (Indonesia, 1941)


Como los bueyes


Ser bueno, en mi sentir, es lo más llano 
y concilia deber, altruismo y gusto: 
con el que pasa lejos, casi adusto, 
con el que viene a mi, tierno y humano. 
Hallo razón al triste y al insano, 
mal que reviente mi pensar robusto; 
y en vez de andar buscando lo más justo 
hago yunta con otro y soy su hermano. 
Sin meterme a Moisés de nuevas leyes, 
doy al que pide pan, pan y puchero; 
y el honor de salvar al mundo entero 
se lo dejo a los genios y a los reyes: 
Hago, vuelvo a decir, como los bueyes, 
mutualidad de yunta y compañero. 




Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte)

El divino detalle


El divino detalle
de la ropa recién colgada
en mañanas de invierno
de tu cuerpo danzando
en sueños de júbilo
El divino detalle
de tus mares al único toque
de tu caricia pasajera
El divino detalle es que
lleva así la pasión
la eternidad consigo
y esperan los pájaros
piar en armonía
con tu dulce sol sobre la frente
con mil destellos ondulados
que encuentro en mi lecho
a tu lado
en silencio.

Rodolfo Schmidt

martes, 3 de julio de 2012

Rincón de la eternidad






Conozco en Buenos Aires una plaza
de suelo natural,oscurecido,
en un barrio que cae hacia el ocaso.


Dejando atrás los altos miradores,
en los que atisba la ciudad del humo,
se llega -sin edad- a unos lugares
donde demora el ser.


Allí,la plaza con un solo banco

al pie de un árbol único y perenne,
anterior a un diluvio americano.


Todas las calles caen a esta plaza
desvaneciendo paulatinamente,
aun bajo un sol de mayo o de febrero.


Un hombre solo llega  hasta ese banco,
solo y sabio en el aire apenas vivo,
y hombre y aire detiénense,pensando
acaso un solitario pensamiento.


Porque aquí la unidad es aquel árbol,
es un banco,es un hombre,es ese viento
que un día se detuvo distraído
y fundó su rincón de eternidades.


A veces posa el hombre la mirada
en las ramas del árbol, esperando
que alce su canto un ave misteriosa.


Y a ciertas horas,con la antigua pompa
ya un poco triste y repetida acaso,
suele llegar el grave mensajero
del fatigoso viaje.
                             Yo lo he visto
y he cerrado los ojos : de sus sienes
caía el mortecino atardecer,
y de sus manos blancas,tanta nieve
como para cubrir veinte ciudades.


Porque en la soledad ocurren cosas
y cantan aves y se ven países.

El aire apenas voluntad incierta,
arrastra alguna idea,alguna hoja
que rueda desde el árbol.
                                        Yo contemplo
al hombre de la plaza,
el alejado que la ciudad ignora.


Las ciudades no saben - están lejos -
que una plaza como ésta es el exilio
donde el tiempo reúne tres instantes:


               un hombre,
               un banco,
               un árbol.


Yo quería que ese hombre me dijese
cuál es la causa,cuál el purgatorio
que deslinda ese mundo con un árbol
y un banco y una plaza.

Pero el hombre es un hombre silencioso,
semejante al lugar donde las cosas
se hicieron una vez y ya no cambian.


Baja una mano y toca esas raíces
lentas como sus venas,como el aire
de sus encanecidas reflexiones.


¿Qué signos taciturnos demoraron
este lugar del éxodo?
Sí: transitan personas de ambos mundos
en lejandos pasajes y avenidas,
con sus trajes diversos.
                                     La distancia
tiene ciudades, ruido, ceremonias.
Aquí no cuenta esa verdad, y el hombre
sabe apenas quién es el que destruye.

En la ciudad se tienen referencias,
vagas noticias de una plaza oculta,
que es como un valle donde cada tarde
detiene el sol un hombre pensativo.


Está en un límite de quietas sombras,
rumbo al ocaso : es fácil encontrarla,
yendo hacia el fin.
hay que buscarla siempre
cuando el silencio empieza,entre esas horas
de eternidad que tiene Buenos Aires.





Vicente Barbieri de El Bailarin (1953)

lunes, 2 de julio de 2012

EL DÍA

Uno dice no es hora no es hora todavía
oscurece el día huye sobre los árboles
huye vuela solitario sobre el terraplén
sobre el muelle
sobre los brazos extendidos
uno dice no es hora
el camino se interrumpe vuelve
huye muy alto arriba
el día
¿qué diré? ¿qué diré?
amigos de ayer de hoy
los caminos vuelven
pero seguirá la sal de los coros

Edgar Bayley - (de El Día 1960 - 1963)
Lo que uno come en los sueños
engorda
es la naturaleza humana
esa manía
de querer llenar
el vientre
de lo eterno

Rodolfo Schmidt